¿Sabías que el olor a lluvia en tierra firme tiene nombre? Y sobre todo, ¿sabías que el olor cambia de un lugar a otro? petricor es la palabra que describe todo esto y resume las sensaciones que experimentamos al oler un día lluvioso.
¿Cuántas veces has respirado hondo para sentir mejor ese momento en el que empieza a llover? Esto siempre ha fascinado a los científicos que acuñaron la palabra petricor para describir tal sensación.
La palabra apareció por primera vez en 1964 en la revista científica Nature, gracias a los geólogos australianos Isabel Joy Urso y RG Thomas que la tomaron de la piedra griega: petra y chor – exudado, pero también sangre de los dioses.
En uno de sus artículos, los autores describieron al petricor como “el olor que proviene de un aceite que emana de ciertas plantas durante períodos de sequía”. Este aceite es absorbido por la superficie de las rocas, principalmente por sedimentos como los arcillosos, y cuando entra en contacto con la lluvia se libera al aire junto con otro compuesto, la geosmina. La mezcla produce el olor a lluvia que tanto nos gusta.
Los científicos han realizado más de 600 experimentos para reproducir este olor y han concluido que el petricor cambia según el suelo en el que aterriza. La lluvia en realidad se mezcla con los compuestos de la tierra y forma burbujas de aire que estallan y dejan partículas aromáticas en la atmósfera.
Pero, ¿por qué nos fascina tanto este olor? Se trata de química. La geosmina atrae nuestro sentido del olfato (y también el de los animales) porque tiene un olor muy intenso. Pero dejando de lado la cuestión más estrictamente científica, pensemos en la conexión que existe entre el olfato y nuestro cerebro.
Todos los días, entramos en contacto con cientos de aromas que activan nuestro cerebro y nos transmiten sentimientos y emociones. Los científicos afirman que todo esto tiene un origen primitivo porque nuestros antepasados usaban mucho su sentido del olfato, como los animales.
Por eso la lluvia puede desencadenar algo especial en nosotros: es un sentimiento nostálgico, de alegría, serenidad. Petricor nos conecta con la naturaleza y nos hace evadir el caos de la ciudad durante unos segundos.
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